A la familia se le reconocen una serie de funciones que son imprescindibles para el desarrollo social. Según los estudios de Valiño Castro, estas funciones básicas son: la procreadora, la de prestación de cuidados, la socializadora, la afectiva y la educadora. En esta entrada nos ocuparemos de la función educadora, pero aunque intentemos separarla de las demás, una de las características que es inherente a todas las funciones de la familia es que no son divisibles, lo que hace que se produzca una interrelación entre todas ellas. La función educadora se entiende desde los padres hacia los hijos, pero también existe un proceso paralelo en el que los padres <<aprenden>> a serlo con los hijos, y en ese proceso se enriquecen personal y socialmente.
A continuación, vamos a analizar las principales características de la función educadora de la familia, poniendo de relieve los fallos que dan paso a la justificación de la intervención pública.
Uno de los aspectos primordiales para el buen funcionamiento de la función educadora de la familia es un nivel de renta que la sitúe por lo menos por encima del umbral de la pobreza. Así pues, podemos decir que las situaciones de pobreza de los niños están ligadas a situaciones de pobreza familiar. La falta de una educación, no solo en aspectos intelectuales, sino también en aspectos sociales de convivencia y de valores, es caldo de cultivo de conflictos sociales. Y difícilmente puede educarse a alguien en estos aspectos si tiene graves problemas de desnutrición e incluso de abandono. En cualquier caso, erradicar la pobreza infantil pasa necesariamente por erradicar la pobreza de la familia. Diversos estudios resaltan la importante labor que tiene en la eliminación de la pobreza infantil la incorporación de las madres al trabajo, pues incrementa los ingresos de la familia, ya sea por contar con dos fuentes de ingresos o por la creciente aparición de familias monoparentales encabezadas por mujeres. Sin embargo, también se generan nuevos problemas de conciliación que es necesario solventar, lo que viene a resaltar la importancia de políticas a favor de la familia.
Para más información, pueden visitar la página web de Aurelia Valiño (aquí), para conocer así todos sus estudios y publicaciones sobre este tema.
Fuentes:
A través de la función educadora de
la familia se aceptan, defienden y trasmiten valores y normas imprescindibles
para la convivencia social y para el desarrollo personal del individuo. En las
primeras épocas de desarrollo social era, además, el centro del aprendizaje
para la generación de renta del individuo. Cuando la familia era el centro de
la producción y del consumo, también era el núcleo de transmisión de los
conocimientos profesionales. Con el desarrollo de las sociedades y la
complejidad del mundo económico social actual, se produce una cesión total de
este último aspecto y parcial de otros. Sin embargo, persiste el nivel formativo
en el seno de la familia en los primeros años de vida, mientras el individuo no
tiene todavía conciencia de su pertenencia a un grupo mayor de convivencia.
Así pues, en los primeros años de vida, la familia es imprescindible para la supervivencia física y
emocional del individuo, pues pone los cimientos de su personalidad. Según
como va creciendo y crece su conciencia del individuo en una sociedad, la
función educadora de la familia se diluye en las sociedades modernas. En los
primeros años de vida, todos los aspectos o facetas de la función educadora que
podría ejercer la familia se retienen en la misma, pero al avanzar la edad nos
encontramos con una:
-Educación transferible: educación intelectual.
-Educación
compartida: educación cívica, educación estética, educación moral o ética…
-Educación intransferible: educación de sentimientos, educación de relaciones
humanas, de la sensibilidad, desarrollo primario de la personalidad.
Pero la familia también puede
fallar, ya sea por su ausencia o por otras circunstancias, lo que da paso a la
necesidad de la actuación del sector público a fin de paliar estos fallos y
proteger el desarrollo de los niños.
Uno de los aspectos primordiales para el buen funcionamiento de la función educadora de la familia es un nivel de renta que la sitúe por lo menos por encima del umbral de la pobreza. Así pues, podemos decir que las situaciones de pobreza de los niños están ligadas a situaciones de pobreza familiar. La falta de una educación, no solo en aspectos intelectuales, sino también en aspectos sociales de convivencia y de valores, es caldo de cultivo de conflictos sociales. Y difícilmente puede educarse a alguien en estos aspectos si tiene graves problemas de desnutrición e incluso de abandono. En cualquier caso, erradicar la pobreza infantil pasa necesariamente por erradicar la pobreza de la familia. Diversos estudios resaltan la importante labor que tiene en la eliminación de la pobreza infantil la incorporación de las madres al trabajo, pues incrementa los ingresos de la familia, ya sea por contar con dos fuentes de ingresos o por la creciente aparición de familias monoparentales encabezadas por mujeres. Sin embargo, también se generan nuevos problemas de conciliación que es necesario solventar, lo que viene a resaltar la importancia de políticas a favor de la familia.
Estas deficiencias económicas en
muchos casos vienen acompañadas de otras trabas, como problemas de falta de
integración cultural o social por tratarse de familias inmigrantes, añadiendo así la dificultad del idioma a los problemas de integración.
Los fallos en la función educadora
de la familia también pueden venir de fallos en la función primaria de
afectividad, pues cuando se producen desequilibrios afectivos por maltratos o
trastornos psíquicos pueden derivar en conductas violentas o desequilibradas.
Por último, la falta de tiempo
también es un factor relevante. El trabajo de ambos cónyuges, los horarios
laborales extraordinarios, las distancias en las grandes ciudades, el
pluriempleo…, causan un déficit de atención a los miembros de la familia. De
hecho, podemos decir que el dinero y el tiempo son los dos factores claves para que las familias realicen adecuadamente sus
funciones de carácter educativo. Estos dos aspectos enlazarían con las políticas públicas de ayuda a las rentas familiares y de
conciliación de la vida familiar y laboral, que trataremos en otra entrada del blog.
Para más información, pueden visitar la página web de Aurelia Valiño (aquí), para conocer así todos sus estudios y publicaciones sobre este tema.
- Valiño Castro, A. (2006): “Políticas
públicas de apoyo a la función educadora de la familia”, en Álvarez Vélez, M.
I. y Berástegui Pedro-Viejo, A. (coord.): Educación y familia: la educación
familiar en un mundo en cambio. Ed. Comillas, Madrid. pp. 22-42.
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