Hacia fines de los años
sesenta empezó a ser frecuente en la literatura pedagógica el uso de las expresiones “educación informal” y “educación no formal”
(Educación en la escuela y fuera de ella). Sin embargo, la gran extensión y la heterogeneidad interna en tal sector
fuerzan enseguida a establecer distinciones también en él (Trilla Bernet). Tendremos
que reconocer que ni toda la educación se vehiculiza mediante instituciones
específicas, ni la escuela es la única de ellas. Esta apreciación no es nueva,
ya Montesquieu citaba tres formas de educación: “...recibimos tres educaciones diferentes, si no contrarias: la de nuestros
padres, la de nuestros maestros y la del mundo. Resulta evidente que la cantidad de información, la transmisión
de valores y de actitudes comunicadas por la prensa, las revistas, el cine, la televisión
y sobre todo hoy en día mediante internet (redes sociales); por tal motivo se
ha llamado a la sociedad actual “sociedad de conocimientos” contra la educación
desde solo el punto de vista de la “Educación = Escuela”.
“En las sociedades primitivas la educación era múltiple y
continua. Se fundaba al mismo tiempo en el carácter, las aptitudes, las
competencias, la conducta, las cualidades morales del sujeto, que más que recibir
educación se puede decir que se educaba él mismo por simbiosis. Vida familiar o
vida de clan, trabajos o juegos, ritos, ceremonias, todo constituía, en el
curso de los días, una ocasión para instruirse: desde los cuidados maternales a
las lecciones del padre cazador, desde la observación de las estaciones del año
a la de los animales domésticos, desde los relatos de los ancianos a los
sortilegios del chamán...”
“Estas modalidades informales, no institucionales del
aprendizaje, han prevalecido hasta nuestros días en vastas regiones del mundo,
donde constituyen todavía en único modo de educación de que disponen millones
de seres. En definitiva, las sociedades escolarizadas contemporáneas no se
diferencian tanto de las demás como pudiera parecer a primera vista, ya que es
cierto que el niño – y el adulto – recibe y toma siempre directamente,
existencialmente, una gran parte de su educación de su ambiente, de su familia
y de su sociedad: acervo tanto más importante en cuanto condiciona la
receptividad para la enseñanza escolar, la cual a cambio proporciona al
enseñando la “cuadrícula” que le permitirá ordenar y conceptualizar los
conocimientos que él toma de su ambiente”.
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